Publicado en El Telégrafo
Ilustración de Dadá
Todo empieza por un disparador. Una frase que suena en el oído del periodista como una bomba, como la punta de un ovillo que de-senredar. Un disparador como el que Rodolfo Walsh –el argentino, autor de la primera novela de no ficción- escuchó y que dio origen a Operación Masacre. Alguien le dijo: "hay un fusilado que vive", y él entendió que ese era un llamado para empezar una investigación reveladora. Un disparador fue lo que leyó Truman Capote un día en el diario: en el pueblo de Holcomb, Kansas, asesinaron a cuatro miembros de una familia.
Así nació A sangre fría. Otro disparador fue lo que escuchó Bob Woodward, periodista del Washington Post que investigó Watergate, en la sede policial donde habían llevado a los detenidos por el asalto al comité demócrata, cuando uno de los sospechosos dijo ser "consejero de seguridad de la CIA".
El tema es cuánto les costó a Walsh, a Capote y a Woodward investigar estos casos. Meses y años, dinero y hasta la propia vida –en el caso de Walsh-. Pero si son estas las investigaciones que perduran en la memoria colectiva, las que sacan a la luz la corrupción de políticos, empresarios, militares y demás gente del poder ¿por qué la labor investigativa está tan venida a menos y las unidades de investigación se han extinguido de los diarios?
"Muchos dueños de periódicos en América Latina se lanzaron a hacer como el Washing-ton Post o el New York Times sin tener clara idea de los costos y los peligros. En algunos casos, se organizaron equipos de investigación porque quedaba bien o estaba de moda después de Watergate, pero les resultó demasiado costoso o descubrieron cosas que los mismos dueños no podían o no querían aceptar que se publicaran. En muchos de nuestros países, los corruptos van a los mismos clubes, frecuentan los mismos amigos y en muchos casos están emparentados con los dueños de los medios". Esa es la respuesta que le da a El Telégrafo Roberto Herrscher, periodista argentino, director del Master en Periodismo de la Universidad de Barcelona, profesor de la Fundación para el Nuevo Periodismo, de Colombia, y colaborador de medios de España, Estados Unidos y América Latina.
Otro factor importante, cita, es el tema del costo: "tener a dos o tres periodistas de primera fila sacando un gran reportaje cada dos o tres meses requiere mucha voluntad y vocación. Los gerentes y los accionistas siempre se van a oponer. Es triste ver cómo en ciertos diarios lanzan al vuelo águilas instándolas a que vuelen alto, y les van recortando las alas hasta que terminan metidas en jaulas de canario".
Sin embargo, y aunque Herrscher está de acuerdo con que la investigación debería ser la base de cualquier sección: Cultura, Deportes y hasta Farándula, dice a rajatabla que "una unidad de investigación es útil y necesaria". Porque hay asuntos complejos que requieren tiempo, conocimientos de informática, leyes, fuentes especializadas y muchas veces dos o tres para armar o discutir una historia. "Es mejor que periodistas alejados de la tarea de cubrir regularmente una fuente (políticos, empresarios, militares o hasta deportistas) se encarguen de sacarles los "trapos sucios" mientras los "regulares" siguen cubriendo sus actividades", sugiere.
“Es una tragedia la moda de estos diarios con textitos mínimos y mucho diseño y mucho colorete...”
Además, aquí (en el periodismo de profundidad) puede estar la clave para que los periódicos se salven del vendaval que es la televisión y el Internet. Sin embargo, parece que la tendencia va por otro lado: un periodismo más light, de textos más cortos y de más impacto gráfico. "Es una tragedia la moda de estos diarios con textitos mínimos y mucho diseño y colorete para gente que no lee", describe, y dice más: "el que compra su diario quiere que le cuente más, le explique mejor, le haga comprensible un mundo cada vez más caótico. Los diarios y las revistas de información son las que deben guardar la antorcha de la agenda propia, el estilo depurado, el contexto que hace comprensible lo que pasa hoy, y la investigación periodística como herramienta básica de la democracia".
Héctor Pavón, periodista de la revista de cultura Ñ, del diario Clarín, de Buenos Aires, profesor de Periodismo de Investigación y autor del libro El 11 de setiembre... de 1973, lamenta que las unidades de investigación suelan empezar con mucho entusiasmo y terminen siendo muy criticadas. "La realidad es que los grupos de investigación están obligados a presentar trabajos, por lo menos, semanales y terminan publicando investigaciones que no tienen relevancia. Muchas veces creen que sólo pueden realizar investigaciones espectaculares y no saben cómo trabajar cuando la investigación se vuelve social".
Coincide en que muchas veces estas unidades batallan contra los intereses de las empresas periodísticas. "Se las considera caras y terminan siendo anuladas por las mismas empresas. Esto ocurre porque ya no existen diarios independientes, sin conexión con los poderes económicos y políticos. Los periodistas de investigación suelen tocar los intereses, sin saberlo, quiero creer, de la empresa en la que trabajan o a la que pertenece el medio y ahí mismo finaliza la investigación".
Pero sigue habiendo periodistas valientes –a quienes, como, dice Pavón, "la metodología de la investigación ha vuelto desconfiados y curiosos"- y diarios decididos a publicar sus trabajos. El profesor Herrscher resalta al nicaragüense Carlos Fernando Chamorro, quien se unió a la revolución sandinista en su lucha contra la dictadura en los setenta, dirigió el diario del gobierno revolucionario, Barricada, fue echado por tratar de hacer un periodismo de izquierda pero no servil con la línea y los intereses personales de Daniel Ortega, investigó como free lance los desmanes y robos de los gobiernos anti-sandinistas, y hoy, que volvió Ortega a la presidencia, se lo persigue para callarle la boca. En Costa Rica, La Nación formó un equipo que logró que se abrieran juicios contra tres ex presidentes de distinto signo político. Con sus investigaciones ganaron el Premio Rey de España y el Moors Cabot de la Universidad de Columbia. Daniel Santoro, de Clarín, de Argentina, o Mónica Gónzález, en Chile y su agencia de periodismo de investigación Ciper son otros buenos ejemplos. Todo está en buscarlos. En la era de Internet se puede acceder al trabajo de todos ellos "y encontrar ejemplos y causas para no desanimarse".
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