Publicado en El Telégrafo
Foto de Alejandro Reinoso
Miércoles 6, aeropuerto de Quito. El presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, Antonio Arregui, se encuentra, de casualidad, con el presidente de la Asamblea, Fernando Cordero, quien ese mismo día lo había invitado públicamente a conversar sobre los temas espinosos de la Constitución. Hablan durante una hora; y Arregui le rechaza la oferta. Desde su oficina en la Arquidiócesis de Guayaquil y con el busto de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, de testigo, explica el porqué.
La oposición lo ha tomado a usted como bandera, porque en pocos días ha pasado de ser el presidente de la Conferencia Episcopal a ser un protagonista político y mediático contra la Constitución, ¿era su intención provocar esto?
Nosotros, como Conferencia Episcopal, hemos expresado estos criterios en numerosas ocasiones. Cuando yo no tenía ningún cargo en la Conferencia, acompañé al Presidente dos veces a Montecristi para presentar nuestros puntos de vista. En uno de los casos fuimos cargando miles de firmas. Y ahora que hemos tomado esta resolución de elevar una voz de discrepancia con algunos textos del proyecto constitucional, me ha tocado presentarlos a la opinión pública. No somos nosotros los que hemos abierto ningún conflicto con nadie. Somos continuos y coherentes con un pensamiento y una doctrina que no se ha improvisado.
Pero usted es el que tiene protagonismo político, no la Conferencia.
Yo no pienso buscar ningún cargo político ni de elección popular, y eso es lo que suele caracterizar al sujeto político. Los sacerdotes, hemos dejado eso a un lado porque tenemos otra tarea en la sociedad.
¿Entonces qué busca?
Nosotros buscamos anunciar la Palabra de Cristo como camino de salvación.
¿Qué busca en esta coyuntura política?
Exactamente lo mismo. Buscamos que el voto que cada ciudadano realice signifique una resolución con significado moral, que sea visto a la luz de la fe y desde la moral cristianas. Sobre ese punto es nuestro posicionamiento y nuestra responsabilidad de pastores.
¿Qué le responde a la invitación pública para conversar que le hizo el presidente de la Asamblea, Fernando Cordero?
Él nos invitó a que fuéramos a su despacho para despejar las dudas que pudiera causar el texto constitucional. Ya le contesté que, agradeciendo mucho su invitación, la declinaba, porque nos era suficientemente conocida su posición.
¿Le contestó eso personalmente?
Le escribí una carta y después coincidimos en el aeropuerto y hablamos largo.
¿Entonces no habrá diálogo entre Gobierno e Iglesia?
Le contesté a la invitación del arquitecto Cordero, no he recibido otra.
¿Y si recibiera una directamente del presidente Correa?
La estudiaríamos cuidadosamente.
¿Se ha sentido ofendido por las críticas de Correa?
Bueno, las críticas que han llovido por parte del sector oficial son ofensivas. Pero yo no me he sentido ofendido, porque conozco cómo suele ser la diatriba en el mundo político, donde tenemos una escuela ya de mucho tiempo, en donde lo que prima es quién es el que inventa el insulto más ingenioso. Es un tipo de enfrentamiento en el que no queremos entrar.
Pero igual ha entrado...
No, yo no le he replicado a nadie con ningún insulto. He tratado de mantener la discusión sobre los temas que son los importantes, que están sobre la mesa y son sobre los que hay que tomar una decisión cívica.
“La Constitución es verdaderamente una agresión que no puede ser aceptada”
¿Usted no cree que la oposición se está escondiendo detrás de las faldas de la Iglesia?
Primero, no todos llevamos faldas (se ríe). Y la oposición, francamente, creo que habría que preguntarles a ellos a ver qué piensan. A ver qué les pasa, a ver si se esconden o qué les pasa. Pero no soy un experto analista político.
¿Qué piensa de ese pedido de un vocal del Tribunal Electoral de Pichincha de que la Iglesia debería pedir un casillero electoral y nombrar un tesorero de campaña?
Entiendo que la propuesta era que el Tribunal nos declare sujeto político y nos pida que pongamos esto… La mera propuesta ya hace quedar en ridículo al señor que lo propuso (Germán Rodas, socialista), y si el Tribunal hiciera eco realmente sería un paso muy sorprendente para América y para el mundo. Ecuador sería el único país que ha dado esa definición de la Iglesia.
La verticalidad de la Iglesia quedó demostrada el lunes pasado cuando usted llamó a más de 200 sacerdotes para instruirlos sobre la Constitución. ¿Qué instrucción precisa se les dio?
A ver, la Iglesia no es vertical. Participamos de la misma fe, buscamos alcanzar el mismo destino. Es básicamente una familia, así la define el Concilio Vaticano II.
Pero hay una jerarquía...
Hay quienes tenemos la responsabilidad de ser pastores, pero no somos el comandante en jefe, sino que somos los primeros en obedecer la palabra de Dios y la proclamamos con fidelidad…
(Suena el teléfono. Arregui contesta y escucha. Luego pregunta “¿A ti también te están amenazando?” Y le pide a quien llama que le ponga una “notita” con todas las cosas que le han dicho para ir “engrosando un pequeño archivo, un dossier”. También le dice que les diga (a quienes supuestamente amenazan) “que denuncien todo lo que quieran denunciar”. Luego se despide: “Tranquilo, es el signo de los tiempos”).
¿Quién era?
Un cura al que están amenazando. Ya voy a ver si lo digo o no lo digo.
¿A usted también lo amenazan?
Claro, ya lo dije. Sus hábiles colegas sacaron ese dato, porque por mucha tierra que le quiera echar, no ha sido posible.
¿Y por qué no lo quería decir?
Porque es un alarmismo, difunde una alarma social, hace sufrir a mucha gente, a otros les da malas ideas.
Entonces usted sí está involucrado en esta polarización
Lo que sucede en esta vida es: si yo paso por mi vereda de la calle y viene un tipo y me da un trompón, ciertamente me involucra en una pelea, pero no es algo que yo he buscado, no he entrado tampoco a devolverle el trompón, sino que es una agresión gratuita a un ciudadano que ejerce unos derechos que la Constitución y el mundo civilizado reconoce.
Estábamos en que usted convocó a estos sacerdotes, ¿qué instrucción les dio?
Los sacerdotes fueron y se les participó la declaración de la Conferencia Episcopal y se les invitó a que participen, a su vez, a sus fieles de la forma que estimen más conveniente. De ahí se trabajaron en grupo un conjunto de iniciativas para ver cómo hacer estos criterios a nuestros fieles.
¿Y qué pasa si hay un sacerdote de izquierda que quiere compartir en su comunidad que está de acuerdo con el Sí?
Eso puede pasar perfectamente, pero eso, en Guayaquil, no ha pasado hasta ahora.
¿Usted se considera un hombre de derecha?
A mí me parece que en este mundo hay más que política. Y hay unas dimensiones de la persona que resultan deformadas cuando se las integra en el molde político derecha / izquierda. Nosotros tenemos una visión religiosa y estamos de alguna forma no digo por encima, pero sí en otro plano que el de esas clasificaciones políticas o sociológicas. Estamos tratando de cumplir una misión unánimemente, que nos compromete a todos los obispos del Ecuador.
Pero usted pertenece a la prelatura del Opus Dei, que es lo más cercano a la derecha...
El Opus Dei también pertenece a una dimensión de la Iglesia, es una rama de la Iglesia y en ese sentido resulta empobrecedor encasillarla en estos módulos que son habituales en la vida política.
¿No le preocupa la polarización que hay en el país?
Claro, pero hay que ver las responsabilidades. Hay que ver las causas en el nuevo Estado, en la nueva Constitución que se proponen. Nosotros tenemos derecho de expresar nuestros criterios, y en eso no hay ninguna responsabilidad polarizadora.
¿No hay, entonces, posibilidad de consenso?
Debe de haberla, la hemos buscado todo el tiempo de la gestación de la Constitución.
¿Está consciente del poder de influencia que tiene en nuestro pueblo la Iglesia católica?
No lo sé, no lo he medido y no sé si sea mensurable. Pero la realidad es que la Constituyente nos oyó, pero no nos escuchó.
“Estéfano Isaías es mi amigo desde hace 40 años. A los otros hermanos los conozco, los respeto, los aprecio”...
Pero sí incluyeron el nombre de Dios en el prólogo.
Mejor hubiera sido que no lo incluyeran.
¿Usted censura toda la Constitución?
Si usted en un vaso de agua cristalina, fresca, rica, le echa un par de gotas de cianuro, se acabó. Una ley que tiene cosas que van contra la ley de Dios queda totalmente dañada. No es separable, no se puede decir: esta parte es la mala, como una manzana que empezó a dañarse, y la otra es sana y comestible. Eso no pasa en un cuerpo legal. A la final, tendrá sus mayores y menores aciertos, pero en el rato en que se enfrenta a Dios, los que lo amamos y tratamos de vivir su palabra, creemos que la Constitución ha herido el espíritu del pueblo del Ecuador y que es verdaderamente una agresión, y que no puede ser aceptada.
El presidente Correa dijo, de alguna forma, que usted tenía un vínculo con el grupo Isaías, ¿es cierto?
Yo no sé de dónde sacó la noticia de que yo había viajado en un avión de la familia Isaías. Después de la correspondiente investigación, el portavoz de esta curia explicó que yo no había viajado nunca, pero que podía haber viajado en uso de mis derechos. No creo que eso tenga que ver con el aborto, la libertad de educación o con nada, sino que es una forma típica de lucha política en la que no vamos a entrar.
O sea que nunca viajó, ¿pero tenía una relación?
Estéfano Isaías es mi amigo desde hace unos 40 años, lo conozco desde que era estudiante. A los otros hermanos mayores los conozco, les respeto, les aprecio, pero no creo que eso me convierta en un traidor a la Patria.
Sé que usted no era presidente de la Conferencia Episcopal (era su secretario) en la época en que, mediante una transitoria en la Constitución del 98, se permitió el salvataje bancario, pero le pregunto porque es el representante de la Iglesia ahora: ¿por qué la Iglesia se quedó callada ante ese atropello?
No quiero entrar en discusión con el Presidente. Discúlpeme, no le voy a responder esa pregunta.
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