viernes, 20 de noviembre de 2009

El rostro adusto de Jefferson Pérez


Publicado en El Telégrafo
Fotos de Alfredo Piedrahíta

A los 34 años, el mejor deportista que ha parido el país llega a la cúspide de su hazaña, y se despide. El marchista se embarca en un viaje sin regreso.


Jefferson Pérez (Cuenca, 1974) vuelve en línea recta a su no tan lejana infancia. De allí extrae recuerdos cicatrizados, de simientes dolorosas. Sin que pueda evitarlo, ellos lo regresan a ese estado de indefensión, cuando era diminuto, cuando tuvo hambre, cuando vendía periódicos, cuando quedó huérfano de padre y estaba lejos del dinero, la fama y los reconocimientos que ahora acumula.

Sus memorias hablan de su humildad, pero ahora sus palabras suenan sanguíneas, arteras, seudopolíticas. Sentado en el recibidor de un lujoso hotel, un mediodía de lunes, Pérez admite que, a veces, es “insoportable” y que lo puebla la vanidad, “como a todos”.

Tranquilo como un psicoanalista, empieza un diálogo que permite excavar en una mente poco convencional. Y no hay nadie mejor que él para definirse: “Soy un individuo del caos”.

José Ingenieros decía que la mayoría de hombres reproduce una experiencia sumisa al pasado, son domésticos, mediocres. Unos pocos elegidos, en cambio, varían, piensan con su propia cabeza, los sigue la masa. Son los idealistas. ¿Se siente uno de ellos?
No sé si sea un idealista, pero tengo claro dónde quiero llegar. Y que eso origina un desorden en un medio establecido. Yo jamás me alejé de soñar cosas, aunque las circunstancias fueran adversas. Imagínate a un peladito de 16 años, con su padre fallecido, y su mamá que ganaba lo justo para comer…

Si uno revisa sus declaraciones puede llegar a concluir que si hay algo que detesta es la mediocridad...
En este tema de la mediocridad muchas veces la gente se resiente. Porque creen que si encuentras a una persona que no ha tenido la oportunidad de estudiar o la suerte de comprar libros no puede llegar a tener buen nivel. Para mí eso es falso. Yo busco la excelencia, que es llegar al cien por ciento en lo que estás capacitado a hacer.

¿Qué creencia formó su carácter?
Yo creo en Dios, soy católico. Creo que existe en todo este mundo que nos rodea, además, un principio energético, un principio de luz. Intento, en la medida de lo posible, respetar lo que la naturaleza dispone.

¿Cómo define ahora su momento energético?
Feliz. Extremadamente estable. Y es el momento en el cual, con este nivel de estabilidad emocional me podría quedar tranquilo. Y decido otra vez producir un desorden en mi vida. buscar nuevos retos, y meterme en nuevos problemas, líos.

Pérez está en lo que él llama un “lío psicológico”, en una época de crisis, de convulsión. Su retiro a los 34 años significa un punto muerto que él intenta convertir en generador de vida. Sabe que, por razones físicas, no podrá seguir realizando la actividad que lo hizo grande. Y ese es un paso del que no puede escapar.

“Este es un período de cambio. Puede convertirse en crisis cuando no se tiene nada más que hacer, pero yo tengo millón de cosas que hacer. Tengo mis sueños y mis anhelos claros. Pienso que he terminado solo una primera parte que me sirvió muchísimo y que será una plataforma bastante fuerte para lo que se viene, que será más complejo.

¿Cómo le afecta parar la actividad que lo ha traído hasta aquí?
No es el tema de la actividad. Es el tema de los comodismos psicológicos que tengo en este momento.

¿Comodismos?
Es decir. Yo puedo pensar: a Dios gracias, tengo una situación económica y afectiva estable. Entonces, ¿para qué quiero meterme en otras áreas que me pueden producir estrés, peleas, conflictos? Pero mi espíritu combativo me obliga a hacer un desorden emocional nuevamente, y buscar nuevos retos. Creo que es el momento de no seguir en el comodismo psicológico y buscar un reto más fuerte, más amplio.

¿Cuál es ese reto más fuerte?
En los últimos años intento dar mensajes a la población de cambio, de positivismo. Pero, a veces, con los mensajes no basta. Necesito demostrar con algo tangible, y lo hago a través de la fundación, de la empresa que genera fuentes de trabajo. Les doy instrumentos para que se desarrollen como seres humanos. No les doy bonos gratuitos, no les regalo plata, o fundas de alimentos.

Entonces surge el Pérez que decide entrar al terreno político diciendo lo que piensa, casi sin medirse. Es una zona con minas, lo sabe. Por eso, deja de lado la humildad y cambia de discurso, se vuelve ríspido, grandilocuente y su vanidad aflora. Se atribuye, por ejemplo, haberle quitado el complejo de inferioridad a generaciones enteras y dice que está haciendo algo para romper otras taras colectivas, como la dependencia del “papá Estado”.

“Lamentablemente, hace 500 años nos dieron un complejo de inferioridad, que somos tercermundistas y que ningún trabajo hacemos bien. Yo rompí eso. Ahora hay otro complejo que dice que todo tiene que darnos papá Estado. Espero romper eso, espero que llegue un día en que la gente diga yo he contribuido con mi país”.

¿Cómo capitalizará (políticamente hablando) todo el reconocimiento que tiene?
El tema es que cuando uno capitaliza materialmente todo es temporal y se termina. Pero cuando uno capitaliza emocionalmente es eterno. A mí sobre todo me gustaría poder convencer a la gente de que puede ser mejor, sin importar en qué clase económica haya nacido.

¿Invertiría dinero en difundir un mensaje?
En 2002 gasté el 50% de mi patrimonio para volver a hacer alto nivel, porque no había entidades que me financiaran. Pero eso se recupera. Lo que no se recupera es el tiempo que perdí con mi familia, con mi novia. Entonces invertiría mucho más de lo que tú crees.

Pienso en los 3’400.000 dólares que gastó este Gobierno en promover el Sí. ¿Gastaría dinero a ese nivel en difundir su idea?
Yo creo que el dinero de la gente hay que devolverle a la gente. No gastaría el dinero de la gente en endiosar mi nombre. Por eso tuve que trabajar 20 años para que la gente entienda que el trabajo es el que vale.

En esto de sus mensajes hay un acto de manipulación también, en querer moldear el pensamiento colectivo hacia lo que usted quiere
Hay una manipulación, sí estoy de acuerdo. Pero qué ser humano no es manipulado (....). Yo he insistido siempre: necesitamos un líder humano, un líder que nos respete, un líder que en ocasiones se equivoque, que acepte que hay personas con mejores conocimientos que los suyos, que sea muy enérgico, pero que tenga la humildad de aceptar sus errores. No necesitamos un Mesías en Ecuador.

¿Hay un líder así en el país?
¿Dónde está?
¿Cree que es usted?
No, yo todavía no tengo los pantalones. Aún me quedan muy grandes.

¿Y cuándo le van a quedar?
Eso dependerá de la cantidad de conocimiento que pueda asimilar.

¿Pero ya empezó?
Empecé hace 7 años, cuando, en vez de quedarme en el deporte ganando popularidad, decidí estudiar.

¿Tiene 34 años, cuánto le falta?
Espero que poco. Yo siempre calculo en siglos olímpicos, espero que no sean muchos. Esperemos que no pase de los pares.

¿Se sentirá cómodo viviendo en este país con la nueva Constitución?
No soy cobarde. Vivir en la calle y el deporte me han enseñado a pelear. Yo no voy a salir en el primer vuelo corriendo de aquí. Yo me muero en mi ley. Y si es que todos debemos arrimar el hombro, hagámoslo, pero no nos sentemos a llorar.

¿Hay animadversión entre usted y el presidente Correa?
Es probable que algunos tengan esa impresión. Yo recuerdo que conocí a un economista que fue a Cuenca a visitarme cuando era candidato a la Presidencia. Era amable y escuchaba a las personas. Y también conozco a un Presidente con el que me he reunido a comer en varias ocasiones. Pero he tenido la suerte de conocer gente con mucho más poder, poder eclesiástico, poder político. El deporte me hizo entender que detrás de todo ese protocolo del rey, del ministro, del presidente encuentras que son seres humanos.

Sin embargo, Pérez siente que no ha sido reconocido por el poder como él se merece. Critica el homenaje que le hizo la Presidencia. Para él tuvo gusto a poco y lo sintió fingido. En sus palabras hay dejo de resentimiento.

¿Cuántos de los homenajes que le han hecho los ha visto como falsos?
Creo que más bien son obligados. El último me pasó ahora en la Presidencia. Obligados por la circunstancia, tomaron la decisión de hacerlo y no hubo (calla un momento)… Sí, sí, creo que fue obligado.

¿Dijo que el homenaje se lo debieron hacer a usted solo, y no a todo el equipo olímpico?
No. Lo que dije es que cuando te dicen: no vamos a condecorar al deportista, sino a condecorar el esfuerzo realizado por la delegación. Entonces, ¿para qué quieres ser bueno si puedes ser malo? ¿Para qué quieres ser medallista olímpico, si puedes quedar de último y no importa? Si lo que van a premiar es el esfuerzo.

¿Qué significa eso?
Que tú no eres el resultado del esfuerzo, eres el resultado de una competencia. Y entre millones de energía, solo uno llegó primero. No me pueden decir que no importa si quedé segundo, tercero o último.

Eso suena prepotente...
No es justo que un estudiante que se sacó el aire durante seis años para terminar sus estudios de secundaria tenga la misma nota que alguien que iba una vez a la semana. Por supuesto que es importante el esfuerzo, por supuesto que es importante el pundonor. Pero también es importante el resultado.

¿Cree que los demás no se exigieron al máximo?
Nadie conoce lo de nadie. A lo mejor alguno de ellos se peleó con su pareja, o sus padres se enfermaron, o ellos no llegaron bien físicamente. Pero una de las cosas que me llamó la atención en la mesa cuando conversábamos con algunos deportistas, fue que el señor Presidente dijo que los atletas eran personas sacrificadas. Y yo le dije que no. Porque un atleta no es un sacrificado, es un esforzado. Y cuando un atleta se pone la palabra sacrificado en tu cabeza tiene complejos de inferioridad. Y cuando hubo la exposición de los diferentes criterios, muchos de los deportistas que estaban allí dijeron “sí, yo soy sacrificado”...

¿Usted cree estar en otro estado mental?
Sí, y quizá será porque no me obsesiono. Hay otros que sí se obsesionan en tener seguridad, se obsesionan en tener su carro, su novia, su vida. Y yo no. Pienso que se debe reconocer la diferencia. Hasta en la propia naturaleza se manifiesta que siempre tiene que motivarse a los mejores.

Hay vanidad detrás de lo que dice...
Seguramente, porque ningún ser humano deja de ser vanidoso. En el rato en que dejemos la vanidad nos convertiremos en dioses. Por supuesto que hay vanidad, por supuesto que hay humildad, coraje, felicidad, por supuesto que existe todo.

¿Para qué fue si sabía que no era sincero?
Si faltaba habrían dicho que estoy plantando al Presidente y a un lindo homenaje. ¿Qué era? Un cebiche preparado por el chef belga. Yo vengo aquí a la vuelta de la piscina olímpica y encuentro mejores cebiches y no necesito un chef belga.

Volviendo a la medalla de plata. ¿Si no la hubiera ganado, usted habría sido un mediocre?
Hace 4 años no gané medalla, siendo el favorito. Yo odio quedar en segundo o tercer lugar. Odio. Entiendo que a veces hay deportistas que se pudieron preparar mucho mejor, pero que de mí van a encontrar un 95 por ciento de esfuerzo ¡jamás! Conmigo tienes que pelear al máximo. Si eso implica que quede de último sacando mi máxima capacidad significa que son superiores, probablemente, pero no que sea mediocre.

¿Le costó perdonarse hace 4 años?
Algunos errores fueron por mi responsabilidad. Nunca me voy a disculpar porque por quedar bien con algunas personas cometí errores.
Entonces, se abre el Pérez más íntimo. El que contesta palabras desde dentro, en su versión más genuina.

A usted lo han catalogado como el mejor ecuatoriano de todos los tiempos, ¿en qué es mejor usted como ser humano?
En cometer errores. Ninguno de ellos está vivo para cometer errores y yo aún tengo la oportunidad de cometer más errores.

¿Qué defecto propio le molesta más?
Creo que soy insoportable. Cuando alguien comete reiteradamente errores me vuelvo insoportable.

¿Cuál es su estado mental más común?
Intento tener un control de la ansiedad estable. Porque tengo una ansiedad muy alta. Con el deporte la controlaba. Ahora hago que mi mente se mantenga ocupada, trato de disciplinarla.

¿En qué ocasiones miente?
No creo que sean mentiras, solo creo que en ocasiones, por evitar dolor, cuento la primera parte hasta que la persona esté preparada para oír la segunda parte.

¿Qué persona viva le inspira más desprecio?
Para que exista el bien debe existir el mal. Y si hay una persona que asesina a otros teniendo el poder político, armamentista. Si no existiera él no habría gente de buena voluntad que intentara cambiarlo.

¿Cuál es su mayor miedo?
La muerte de niños inocentes.

¿Su mayor remordimiento?
Creo que no he tenido la capacidad de poder transmitir de mejor manera a las generaciones el tema de los retos, el coraje, la lucha. No he tenido sabiduría para transmitirlo.

¿Qué le disgusta de su apariencia?
Que a veces uso ropa bonita. Preferiría ponerme la camiseta rota que tengo hace 10 años, aunque seguramente saldría la prensa y dirían ¡mira, ya está en la mendicidad!...

¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?
Ahora, en la vida actual que estoy teniendo.

¿Cuál es la cualidad que más aprecia en una mujer?
La libertad, que sea libre. Libre emocionalmente, libre psicológicamente, libre, libre, libre.

¿Y en un hombre?
La perseverancia.

¿Un héroe de la vida real?
Mi madre, porque creo que representa a millones de mujeres que día a día tienen que matarse para sacar adelante a sus familias y jamás nadie le va a entregar una medalla.

Marcela Noriega

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